La juventud y sus valores
“Demasiado libertinaje en la juventud seca
el corazón, y demasiada continencia atasca el espíritu.” Charles Augustin. Juventud, brillante palabra que
resalta sobre las demás etapas de la vida del ser humano. Poetas han aludido a
ella como un “divino tesoro”. Los jóvenes somos muy preciados y valiosos, ¿por
qué? Por la única y sencilla de razón de poseer esa chispa que nos contagia del
entusiasmo y devoción que nos caracteriza. Somos valiosos porque portamos las
ideas innovadoras del presente y somos los profesionales preparados en el
futuro para lograr los cambios necesarios en nuestro país.
Por
otro lado es lamentable ver como día a día la energía y entusiasmo de la
juventud va cayendo en un vacío, en un mundo sin valores, agobiados por las
drogas, involucrados en crímenes y tildados de desertores escolares. Será una
lucha sin fin para que la sociedad pueda rescatar los jóvenes de esa oscuridad
que cada día nubla su vida.
La
juventud hoy día está sumamente dañada y corrompida, esto según los moralistas.
Estas personas moralistas los juzgan y señalan culpables sin piedad. No
culpemos a las amistades, no culpemos a la escuela, no culpemos a los
gobernantes, ¡NO! En la mayoría de los casos los principales responsables de
las conductas criminales en los jóvenes son los padres que no han asumido aún
el verdadero rol en la vida de sus hijos.
Formo
parte de la ya mencionada juventud, soy testigo a diario del comportamiento de
algunos jóvenes. De que muchos carecen de respeto, integridad moral, ética,
responsabilidad, entre otros. Es impactante estar en contacto con ese tipo de
comportamiento. Me preguntó; ¿es normal para ellos comportarse de esta manera?,
¿actúan así en sus hogares?, ¿sus padres no les inculcaron valores y
principios? A diario me digo: esto no puede estar pasando. No recae en la
juventud la responsabilidad de saber lo que es bueno y malo. Es en el hogar
que, papá y mamá deben inculcar estos valores, también se debe continuamente
reforzarlos. Pero muchos jóvenes carecen de un hogar íntegro, sus hogares son
disfuncionales, están solos en la calle no tienen quien le modele, o sea, ejemplo
de valores positivos.
El comportamiento de los jóvenes es visto por los
adultos como inaceptable, pero me pregunto: ¿los adultos practican lo que
predican?, ¿será ésta la causante de la crisis de valores que vivimos? La
sociedad está formada por todos: niños, jóvenes y adultos. Así que todos
deberíamos ya predicar la moral con compromiso. Reforcemos el núcleo familiar
al igual que otros aspectos de nuestro diario vivir. Ya la escuela cumple su
parte, ya la Iglesia predica el buen camino, todos debemos esforzarnos, nuestra
juventud lo merece.
Respeto, responsabilidad, civismo, compromiso,
justicia y confianza valores de fácil adquisición. Propongamos que los padres
se involucren más en las actividades extracurriculares de sus hijos. Inviertan
tiempo, compartan en familia. Apoyen sus preferencias y gustos. Como por
ejemplo actividades recreativas tales como: baile, canto, banda y deportes.
Apoyen la participación de sus hijos en organizaciones escolares y cívicas.
Ambas apoyan y ofrecen a nuestros jóvenes la oportunidad de desarrollar sus
talentos para el bien de nuestra escuela y país. Practiquen junto a ellos sus pasatiempos.
Jamás elijan por sus hijos. Tomen la tarea de saber que realmente quieren ser
en un futuro, aconséjenlos o mejor aún simplemente escúchenlos.
Para finalizar reitero que la juventud es un
divino tesoro que se va, pero se recuerda por siempre. Los valores se inculcan
desde la niñez y viven con ellos para siempre, estos forman parte esencial en
todas las facetas de su vida. Ahora bien, no todo está perdido con nuestra
juventud. Apreciemos en este momento el compromiso de mis compañeros oradores.
No pensamos en el trabajo extra, pensamos en la oportunidad que nos brinda este
tipo de organización para demostrar nuestro talento y para dar el ejemplo de
jóvenes comprometidos. Somos jóvenes y representamos los valores morales,
sociales, cívicos y religiosos que aún imperan en nuestra sociedad. Yo quiero
un mejor Puerto Rico y sé, que si cada uno de nosotros aportamos tan solo un
granito de arena, en tan encomiable causa, lograremos ese Puerto Rico tan
soñado y anhelado.
Por:
Analeris
Polet Muñoz González
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